¿Por qué los sucesos traumáticos dejan una huella tan fuerte en la memoria? El estrés postraumático.
Es curioso cómo se producen las huellas de memoria imborrables sobre aquellos sucesos que, precisamente, menos nos gustaría recordar. Cualquier persona que haya sufrido algún suceso grave, como presenciar un atentado terrorista, un accidente de tráfico o haya sido víctima de algún tipo de violencia (abuso sexual, soldado que regresan de combatir en una guerra, etc.) es susceptible de padecer este fenómeno

por el que se recuerdan, a veces de manera intrusiva y en contra de la propia voluntad, detalles de manera muy minuciosa, tales como el olor que había en el ambiente, los sonidos, cada detalle del atuendo propio o ajeno y las sensaciones físicas y emocionales que se experimentaban en dicho momento. Esto, que acabamos de describir, puede llegar a formar parte de un trastorno psicológico conocido como estrés postraumático y puede llegar a ser un problema que interfiera muchísimo en la vida de quien lo padezca.
¿Si es algo que provoca tanto malestar, por qué se recuerda tan vivídamente?
La causa de este fenómeno tiene una explicación en el instinto de supervivencia. Un ejemplo muy cotidiano que está mediado por los mismos sistemas se da cuando comemos algo en mal estado que nos enferma, provocando vómitos y malestar intestinal. Es muy posible y probablemente os habrá pasado a muchos de vosotros, que comiendo algún día un plato de una comida que os gustase, si habéis enfermado tras la ingesta, hayáis aborrecido ese plato que con tanta gula consumíais antes y que ahora con solo pensar en él, os entra sensación de asco y malestar.
El procesamiento emocional de un suceso puede seguir dos circuitos:
En el procesamiento normal de la información, ante una situación o un estímulo cualquiera, la información se procesa pasando en primer lugar por la corteza cerebral, momento en el cual se produce un filtrado de la información a través del razonamiento, para posteriormente llegar a una estructura cerebral que es la amígdala. La amígdala es uno de los componentes cerebrales más antiguos y primitivos y entre una de sus funciones está la de dar un carácter emocional a cada evento.
En las
, con el fin de ahorrar unos segundos, o incluso unas milésimas de segundo que pueden suponer la diferencia entre vivir o no, el procesamiento del suceso va directamente a la amígdala para así dar un significado emocional urgente a las distintas situaciones para así emitir una respuesta con la mayor urgencia posible. Como consecuencia de este procesamiento emocional de urgencia y con el objetivo de prevenir amenazas similares en el futuro, la amígdala, crea una huella de memoria muy precisa que se activa de manera involuntaria ante los estímulos o circunstancias que hayan quedado asociadas en el momento del suceso traumático, apareciendo así los recuerdos, flashbacks o pesadillas acerca de la situación de forma involuntaria y provocando las mismas sensaciones emocionales y fisiológicas de alerta o ansiedad en momentos o circunstancias en los que no se está en peligro.