Los problemas del mal uso de los fármacos para tratar problemas psicológicos.
Sin duda alguna, cualquiera que lea este post conoce a alguien que utiliza o ha utilizado en algún momento pastillas para superar momentos de crisis. De hecho, lo más probable es que si vas ahora mismo a mirar en el cajón de casa donde están los medicamentos encuentres algún antidepresivo o unos ansiolíticos para tener una “ayudita” a la hora de relajarse en momentos de mucho estrés o para dormir.

No quiero que se malinterprete lo que voy a contar, la medicación es muy necesaria en determinados casos, por las características de los mismos o por la gravedad de los problemas que se posean. El “pero” se encuentra en el mal uso que se hace de ellos, cuyas razones se exponen a continuación.
Es curioso cómo cuando alguien siente que necesita ayuda para superar una situación complicada, acude al médico de familia, el cual, sin suficiente formación en el ámbito y sin tiempo para hacer una evaluación consistente, receta fármacos de gran potencia y peligrosidad como si de caramelos para la tos se tratase. No es un problema de incompetencia de estos profesionales ni mucho menos, es un problema de recursos de la salud pública y de la especialización de cada profesional.
No obstante, llama la atención cómo esas personas que acuden sin complejos a por su dosis de soluciones fáciles para problemas complejos, después sienten vergüenza a la hora de buscar a un profesional de la psicología para que les ayude a desarrollar las herramientas necesarias para adquirir recursos que contribuyan a superar los problemas que han aparecido precisamente por la escasez de habilidades que por alguna razón no han aprendido a lo largo de la vida, y cuyo aprendizaje no va a producirse por tomar cada 8, 12 o 24 horas unos miligramos de cualquier pastilla.
¿Qué consecuencias puede tener la toma de psicofármacos?
La mayoría de la medicación empleada para tratar problemas psicológicos produce profundas alteraciones en el normal funcionamiento del cerebro, y sería muy inocente pensar que esto no va a tener más consecuencia que la mejoría del estado de ánimo o el nerviosismo.
El abuso de antidepresivos.
Algunos de los efectos secundarios del uso de antidepresivos son: sequedad de boca, estreñimiento, somnolencia, insomnio, disfunción sexual, aumento de peso, nauseas, etc. Además, de ello, tiene una serie de efectos a largo plazo por uso crónico, que aunque aun no han podido estudiarse en profundidad, parece ser que pueden provocar pérdida de neuronas de manera similar a cómo sucede en el Parkinson y un mayor riesgo de cáncer de mama (aunque parece ser que reduce el riesgo de cáncer de cerebro).
El abuso de ansiolíticos.
Por su parte, los ansiolíticos tienen una gran capacidad de generar dependencia y tolerancia, por lo que el uso de estos fármacos nunca se recomienda durante más de 6 meses. Otro hándicap de este tipo de medicación es el efecto de tolerancia que produce, por lo que las dosis necesarias para que hagan el mismo efecto irán siendo mayores cada vez. Además de ello, genera un efecto de abstinencia peligroso si se abandona el tratamiento de forma brusca, en el que son frecuentes las cefaleas, la fatiga, la irritabilidad, los mareos, pérdidas de apetito e incluso crisis convulsivas.
A largo plazo, los ansiolíticos tienen un efecto rebote que puede llevar con la toma crónica de estos fármacos a intensificar los síntomas de ansiedad y depresión.
Entonces, ¿Cómo saber si se está haciendo un buen uso de los medicamentos para tratar problemas psicológicos?
En primer lugar lo recomendable sería que el profesional que recete este tipo de medicación fuese el psiquiatra y no el medico de familia, pues es el primero el que posee una mayor cualificación para este tipo de tratamientos, por lo que pedir una derivación a este profesional sería lo más sensato. Después de esto, seguir siempre las pautas del mismo y llevar los controles necesarios es la mejor forma de prevenir y evitar el riesgo de adicción y de reducir al mínimo los efectos secundarios no deseados.
Por otro lado, es importante tener en cuenta que la medicación es sólo una forma de rebajar los síntomas que surgen como consecuencia de un problema, pero no resuelve el problema. Esto queda demostrado en las investigaciones que se han realizado sobre el efecto de la terapia farmacológica por un lado, y la psicológica por otro. Así, los estudios revelan cómo los pacientes tratados únicamente con fármacos tuvieron después de tratamiento una mayor tasa de recaída del problema. Además de ello, los datos de los estudios apuntan a que el tratamiento psicológico posee un índice igual o mayor de éxito en el tratamiento de las patologías mentales.
Como conclusión, añadir que la aparición de fármacos para el tratamiento de problemas psicológicos ha supuesto un gran avance, pero el uso abusivo de éstos o el tratamiento exclusivo de estos problemas mediante fármaco, no es el método más aconsejable ni tampoco el más efectivo.
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